TEORÍA DEL SACRIFICIO.  Selección sexual y nacimiento de la moral

La propensión auto-sacrificial es indisociable de la elección de objeto.  Seducir expone, y quien se expone se perjudica.  El erotismo condena el heroísmo, que puede ser indiferentemente recompensado o castigado.  La belleza de algunas aves machos en la época del cortejo se acompaña inevitablemente de un riesgo de muerte sensiblemente acrecentado.  Pero entre más grande sea el riesgo más fuerte será entonces la seducción.  El desarrollo cuasi hipertélico de los cuernos del ciervo acrecienta sus oportunidades de conquista sexual y disminuye simultáneamente sus oportunidades de sobrevivencia.  Simétricamente, el “sentimiento de belleza” nació en las hembras cuando los índices ostensibles de la fuerza de los machos comenzaron a expresar más que su fuerza real, volviéndose signos ventajosos de esa fuerza, al precio de un debilitamiento seguro, disimulado bajo la exhibición hiperbólica de su contrario.

Mostrando que la fuerza aparente se vuelve más fuerte que la fuerza real, o como los encantos se imponen sobre las armas, Darwin indica en verdad lo que es, para un naturalista, el origen de lo simbólico en el campo delicado de la competencia amorosa.  Simultáneamente, él designa el origen de la mentira especial por la que tal macho se vuelve irresistible al cubrirse de accesorios susceptibles de conducirlo a la muerte, y anunciándose de esta manera como más fuerte de lo que es.  Quien busca la alianza debe mostrarse así dispuesto a morir.

El “don de sí” que la ética del cristianismo coloca en el fundamento del auto-sacrificio de Cristo ¿puede entonces no tener relación con estas modalidades primitivas de la alianza?  El escenario freudiano de la “horda primitiva”, calificado equivocadamente de “darwiniano”, donde el asesinato político del padre precede y entabla la renuncia pulsional de los hijos que inventan la igualdad a través de la institución comunitaria del auto-sacrificio, ¿permite esbozar una respuesta a la gran pregunta del origen de la moral?  Yuxtaponiendo de una manera sutilmente sacrílega el riesgo corrido a través del olvido de sí ligado a las paradojas amorosas del mundo animal y el horizonte moral kantiano del auto-sacrificio voluntario, Darwin ayuda de una manera decisiva a concebir esa respuesta.